Los peligros de creer en las pseudociencias

Estado

Esta entrada es el inicio del primer capítulo del libro «Temas de Ciencia en la Salud».

El poder del tarot

El ruso era simpático y un personaje muy particular dentro del grupo estudiantes. Con frecuencia, solía dedicarle 15 minutos de su día a “tirar las cartas” a tres mozas del curso de metalurgia que se llevaba a cabo en el edificio de la Comisión de Energía Atómica (CNEA), en la ciudad de Buenos Aires. Leer el tarot era una actividad que él disfrutaba pero que lo hacía solo a pedido de los interesados.

tarotEn una oportunidad, decidí quedarme después de clase para ver en qué consistía dicha actividad. Rápidamente noté que para dos de las mujeres, lo que ocurría en la mesa no era algo que podía tomarse como un simple pasatiempo. No es para menos ya que según ellas (y todos los que creen en el tarot), existen fuerzas ocultas que definen el orden con el que salen las cartas del maso, el cual, si es interpretado correctamente, sirve para predecir el destino de un individuo en materia sentimental, laboral o financiera.

Luego de presenciar el evento entendí por qué al ruso le divertía tanto leer el tarot. Cuando ponía la carta sobre la mesa no decía inmediatamente lo que “veía” sino que primero miraba fijamente a la persona, estudiaba sus reacciones, hacía una buena pausa para generar suspenso y luego decía algo que a mi entender, era sumamente ambiguo. En base a la reacción que exhibía la persona, le daba un pequeño giro a lo dicho de forma tal que muy fácilmente, podía significar lo opuesto. Me quedé altamente impresionado con la reacción de las mujeres al recibir la noticia de que, quizás, ya habían conocido a sus novios, o que irían a casarse en los próximos cuatro años, o que pronto recibirían una oferta laboral importante. Las expresiones de sus rostros cambiaban de pálido a rojo, o de felicidad a preocupación. Ahí estaba el espectáculo que tanto divertía al ruso quien, muy inteligentemente, les decía cosas que las dejaban conformes.

Vale la pena aclarar que las “chicas” eran mujeres entre 24-26 años, profesionales con formación científica. Mientras me preguntaba para qué servía escudriñar en el futuro de uno cuando nada puede hacerse por cambiarlo, no salía de la sorpresa de que alguien con formación en ciencia sea capaz de creer en el poder del tarot. En forma indirecta, creer en el tarot es creer en la existencia de fuerzas ocultas más allá de las reconocidas por la física moderna como son las fuerzas del electromagnetismo, la gravedad, y las fuerzas nucleares débiles y fuertes. Me preguntaba acerca de cuánto uno debe estar dispuesto a creer en el tarot como para dejar de lado el sentido común, por no decir el pensamiento crítico que “supuestamente” nos enseñaron en la universidad.

Han pasado más de 35 años de aquella experiencia y aún me sigue sorprendiendo la capacidad que tienen ciertos individuos de creer en hechos donde la magia es el único medio de poder explicarlos. Como pude comprobar a través de mis compañeras, tener formación en ciencia no es un antídoto contra las creencias basadas en el pensamiento mágico. Lo cierto es que quien acepta a prima facie un fenómeno que desafía los conceptos firmemente establecidos por la ciencia, debería estar dispuesto a dejar la ciencia de lado. De hecho, las evidencias muestran que muchas personas no tienen problemas en ir en contra de lo establecido, aún si eso implica entrar en el campo del negacionismo puro y duro. Tal es el caso de los creacionistas quienes, basados en datos que figuran en la biblia, dicen creer que la tierra tiene menos de 10.000 años de antigüedad, cuando hoy se sabe con certeza de que tiene más de 4.500 millones de años de existencia.

Una mirada crítica al pensamiento mágico de las pseudociencias

Si entrase a una sala llena de expertos en física cuántica y dijese que cada pensamiento que nuestro cerebro es capaz de albergar está codificado por una función de onda específica, la cual colapsa y se vuelve parte de nuestro consciente con el acto de pensar, terminaría probablemente colectando tantos tomates como para vivir el resto de mis días haciendo salsa para tallarines. Sin embargo, si la sala en vez de estar llena de expertos estuviese llena de gente ajena a la ciencia, quizás más de uno consideraría que lo que dije fue genial y que merecería un aplauso.

tyson degrasseLa realidad es que lo dicho, por bonito que suene, no tiene el menor sustento científico. Esto es precisamente lo que hacen los pseudocientíficos: impresionan a la gente con frases cargadas con términos científicos para transmitir o resaltar un concepto el cual, muchas veces, no tiene nada que ver con la ciencia. Un ejemplo de este comportamiento es el del famoso gurú espiritual Dipak Chopra quien, usando algunos conceptos de la mecánica cuántica para explicar el carácter colectivo del subconsciente, ha logrado hacer una fortuna. En otras áreas del conocimiento, también se puede mencionar el caso de Erich von Däniken, un escritor suizo que escribió un par de decenas de libros en base a la hipótesis de que en el pasado la tierra recibió la visita de seres extraterrestre. Para convencer a los lectores de su osada hipótesis, Däniken presentó evidencias arqueológicas que caen en la categoría de lo que se conoce como pseudoarqueología o arqueología fantástica.

Una de las diferencias más notables entre las hipótesis científicas y las no científicas (o pseudocientíficas) es que las hipótesis del primer tipo pueden refutarse a través de la experimentación (es decir, son falsable), en tanto las hipótesis pseudocientíficas se plantean de forma que no pueden refutarse por medios experimentales. Los defensores de las afirmaciones pseudocientíficas dicen que el hecho de que algunas hipótesis no sean aceptadas por la ciencia no implica que las mismas sean falsas ya que muchas hipótesis consideradas no científicas, con el tiempo se confirmaron y pasaron a formar parte del conocimiento científico. Dos ejemplos que caen en esta categoría son la hipótesis de la deriva continental y la hipótesis microbiana de la enfermedad. Estas dos hipótesis fueron inicialmente rechazadas por falta de evidencias, sin embargo, terminaron siendo aceptadas luego de mucho tiempo después de haber sido formuladas.

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Erich von Däniken

Algunas personas con propensión a creer en conceptos pseudocientíficos argumentan que la ciencia, como producto de sus propias limitaciones, niega la existencia de muchos fenómenos reales. Es muy difícil ir en contra de este argumento ya que la ciencia estudia y reconoce solo aquellos fenómenos que pueden observarse, repetirse y medirse en condiciones controladas. Esta es la razón por lo que la ciencia niega la existencia de fenómenos paranormales como son la telepatía, la telequinesis y la capacidad de poderse comunicar con espíritus, entre otros. Sin embargo, esto no es equivalente a decir que la ciencia acepta solo fenómenos que tienen base racional. Como ejemplo, la mecánica cuántica se basa en conceptos que desafían el sentido común ya que va en contra de los conceptos intuitivos del tiempo y el espacio. Es por eso que Richard Feynman, uno de los grandes físicos del siglo 20, dijo que “si usted piensa que entiende la mecánica cuántica, usted no la entiende”. Pese a esta gran limitación, y dado que las ecuaciones de la mecánica cuántica permiten efectuar predicciones teóricas muy precisas acerca del comportamiento de las partículas subatómicas, los conceptos de la física cuántica son aceptados por la ciencia.

Resulta obvio que la tendencia del ser humano para aceptar ideas sin cuestionar la validez de las mismas provee un terreno fértil para el surgimiento de las pseudociencias. Los fenómenos como los OVNIS, la astrología, las percepciones extrasensoriales y la quiromancia, entre otros, carecen de bases necesarias para convertirse en objetos de estudio científico. La ciencia adquiere conocimientos siguiendo las pautas del método científico, el cual se fundamenta en la observación o detección de un fenómeno, medición, colección de datos y repetición del experimento. En base a los datos reunidos se establece una hipótesis cuya validez se confirma o descarta de acuerdo a su capacidad de predecir los resultados de nuevos experimentos. Por el contrario, las pseudociencias, a pesar de asemejarse a la ciencia por usar su mismo lenguaje, se fundamentan en anécdotas o evidencias no verificables. Por ejemplo, la pseudociencia acepta la existencia de los OVNIS (y la de seres extraterrestres) en base a relatos personales y evidencias fotográficas. La ciencia, por otro lado, no puede profundizar en el estudio de los OVNIS porque no es un fenómeno que el científico pueda observar o detectar en forma directa. Esto hace que la ciencia, paradójicamente, pueda estudiar fenómenos naturales que ocurren a millones de años luz como son las supernovas y no un fenómeno que ocurre en la tierra como son los OVNIS.

De acuerdo a Jeffrey Schaler, un exprofesor de la Escuela de Asuntos Públicos de la Universidad Americana, cuando algunas personas no pueden reconciliar sus creencias con los datos científicos, dejan de lado a la ciencia y se refugian en el misticismo (1). Según Scott Lilienfeld, profesor asistente de la Universidad de Emory, “la principal diferencia entre la ciencia y las pseudociencias no radica en su contenido sino en el enfoque empleado para valorar las evidencias” (2). La ciencia busca cualquier tipo de información relacionada al objeto en estudio (aún si ésta contradice la hipótesis que se trata de probar) y la incorpora en su corpus de conocimiento. En contraste, las pseudociencias tienden a evitar el análisis de cualquier información contradictoria sobre el tema, o la reinterpreta de forma que apoye sus afirmaciones. De este modo, las pseudociencias anulan el mecanismo de auto corrección que caracteriza a la ciencia y que es esencial para el avance del conocimiento.

Para muchos, el mal que causa la pseudociencia va más allá del de promover creencias inocuas, ya que al usar el vocabulario científico en forma ambigua, ensucia el terreno de la ciencia y confunde a quienes intentan abordarla. Donde la pseudociencia produce el mayor daño es, probablemente, en el campo de la salud ya que existen numerosos ejemplos que demuestran que creer en las charlatanerías puede tener consecuencias nefastas. A continuación doy dos ejemplos de pseudociencia en la salud; uno donde afirman haber desarrollado un filtro solar bebible y otro, el de una empresa (Nativis) que asegura conocer una tecnología que permite sustituir un fármaco por un campo de fotones. También presento un tercer ejemplo, el cual es diferente a los anteriores en cuanto a que no es un tema de pseudociencia convencional pero trata un tópico asociado a una práctica de mala ciencia que se arraigó en la sociedad a consecuencia del acto fraudulento de una persona vinculada a la ciencia, cuyo efecto perdura en el tiempo pese a haberse establecido su origen falaz. Me refiero al surgimiento del movimiento antivacunas que tuvo lugar a fines de la década de los 90, a consecuencia de un estudio publicado por Andrew Wakefield en la revista británica The Lancet.